Nacido en Tavernes de la Valldigna en 1984. Me presenté a mi primer concurso de interpretación de saxofón en Villena, el Ruperto Chapíâ, con 14 años. No pasé de la primera fase. Mi segundo concurso fue en Pego, dos años más tarde. No pasé de la primera. En esa ocasión, el tribunal me animó diciendo que ni sus propios alumnos podían tocar la obra que habían puesto ellos mismos… De hecho, años antes, cuando estaba en cuarto de elemental para hacer la prueba de acceso al antiguo Grado Medio, mi profesor del momento me suspendió dicho curso y me invitó a no hacer la prueba. Debía tener razón porque a pesar de que entré en Carcaixent y en Cullera, lo hice con la última plaza que quedaba en los dos sitios (el 12 de 12 y el 3 de 3, que eran los que nos presentábamos). Vamos, el último.
En el concurso de jóvenes intérpretes de Llíria, en uno de sus primeros años, no pasé de la primera fase. En el Concurso de Juventudes Musicales de España el año 2007 (cuando cursaba cuarto curso del Superior) no pasé tampoco a la final. En el concurso Ciutat de Xátiva, entre las ediciones 2005-2007, no pasé de la eliminatoria. Y en mi última opción de participar en Dinant, no me seleccionaron para ir a concursar… Y París… siempre soñaba con poder estudiar allí pero nunca salí al extranjero. Ni si quiera lo intenté.
Ya en modalidad de Cámara, con el Octavia Saxophone Quartet, no nos llevamos premio en las ediciones del concurso Montserrat Alavedra, el Torneo International de Música de Verona, el concurso Salieri-Zinetti de Verona, no ganamos el Pedro Botea, tampoco nos llevamos premio en el Concurso de Música de Cámara Ecoparque de Trasmiera en Santander ni nos seleccionaron para ir a concursar a Osaka.
Fuera de los escenarios, a nivel académico, no obtuve muy buen resultado en mis pruebas de acceso al RCSM de Madrid, aunque fue un año de muchas plazas y conseguí entrar el sexto o séptimo. Fui rechazado para formar parte de la bolsa de Cámara de Catedráticos de Música Contemporánea en el Conservatorio Superior de Música de Aragón. De hecho, fui rechazado 2 veces en menos de un mes. Todavía recuerdo la frase del tribunal cuando, con confianza y algo de cariño, me dijeron que buscaban perro viejo y no perro joven. Tenía yo 24 años. Eso sí, tuvieron vista porque adivinaron lo que me sucedería en la vida después…
Me quedé a 0,2 de la única plaza convocada para Saxofón en la Comunidad de Madrid en 2008, con 24 años, siendo la primera vez que me presenté a oposiciones. Qué duro. Y qué fracaso…
La gente cuando habla de su currículum, incluido yo, solemos anotar y demostrar lo que consideramos que son nuestros éxitos y logros. Los premios, los conciertos importantes, lo que nos ha marcado y que hace que nos sintamos satisfechos y orgullosos. Pero nunca los fracasos. Todo el mundo tiene un currículum paralelo, más tenebroso, de momentos tristes, de enfados, de oscuridad, de desánimo y desolación… Como en la serie de Stranger Things. Un mundo paralelo que sabemos que existe (bueno, en la serie es ficción) pero que es mejor retenerlo y esconderlo detrás de un muro, bien protegido y al que es mejor no acceder.
Fracasos…
Lo siento pero no. No se les puede llamar fracasos. El fracaso es no intentarlo, es no levantarte para tratar de hacer las cosas mejor. Fracaso es desmotivarte antes de creer, antes de buscar opciones y valorar. Fracaso es quejarse y buscar culpables fuera antes que criticarse internamente. Yo me siento muy orgulloso del currículum expuesto. Fue mi bagaje. Mi historia.
Gracias a ello, siempre me levanté y progresé. Dichos momentos son los peldaños que nos vamos construyendo para alcanzar nuestras metas, a corto y largo plazo. Busqué avanzar, analizar los errores, estudiar más y mejor, prepararme a conciencia, mejorar, mejorar y mejorar. Creía en mí. Sólo necesitaba curtirme, aprender, caer, levantarme y volver a caer. Nunca dejé de escuchar al otro: a los tribunales y jurados, a quien creía que se merecía mi respeto, a quien no se lo merecía; a la gente que entendía y a la gente que no tenía ni idea; y a mi YO interior. Sobre todo, me escuché a mí mismo y mi discurso siempre era positivo.
Y es así como transformé los tropiezos y fracasos en aprendizajes, los cuales me llevaron a acercarme a mis metas. No obstante, debo admitir que mi sueño ya estaba cumplido cuando podía dedicar mis horas y mi vida a desarrollarme con la música, día tras día y proyecto tras proyecto. Ese era el verdadero éxito. Disfrutaba lo que hacía y me sentía feliz. Me bebía la vida.
¿Qué ha sido de mí? Bueno, eso ya es otra historia… la cual, por cierto, completa bastante bien a la aquí presentada.
Gracias a mis padres, por haber hecho que esto pasara así y por haber llegado donde estoy. Les debo todo.